lunes, 29 de abril de 2013
A ABRIR CAMINO ME LLAMAS
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida (Juan 14, 6)
No hay caminos en mi vida, Señor;
apenas senderos
que hoy abro y mañana desaparecen.
Yo estoy en la edad de los caminos:
caminos cruzados, caminos paralelos.
Yo vivo en encrucijada
y mi brújula, Señor,
no marca el norte.
Yo corro cansado hacia la meta y
el polvo del camino
se me agarra a cada paso,
como la oscuridad a la noche.
Yo voy a galope caminando,
y a tientas busco un rastro,
y sigo unas pisadas. Y me digo:
¿Dónde me lleva el camino?
¿Eres quien ha extendido
a lo largo de mi vida un camino?
¿Cuál es el mío?
Si Tú me lo has dado
me pertenece.
¿Dónde me lleva? Si Tú lo has trazado
quiero saber la meta.
¿Voy solo? ¿Camino en grupo?
Tengo miedo que mi cantimplora
y mi mochila se queden vacías
y a mi lado nadie comparta conmigo.
Señor, Tú sales al paso en mi camino
para marcar mi rumbo.
Es tu voz, hecha llamada,
quien me indica, palmo a palmo,
mi ruta por el llano
o la montaña escarpada.
Es tu voz, hecha llamada,
quien me arranca de mi siesta,
de mi vida fácil y segura,
de los míos y de lo mío.
Es tu voz, hecha llamada,
quien me lanza a ser apoyo,
y servicio, y comprensión, y alegría,
y ayuda... de los otros.
Es tu voz, hecha llamada,
quien me arranca de mí,
y me hace grupo.
Señor, yo busco tu camino (sólo uno),
y me fío de tu Palabra.
Dame fuerza, tesón a cada paso
para caminar contigo.
Dame un grupo de amigos decididos,
prontos a la marcha.
Llevaremos nuestra tienda
te llevaremos con nosotros,
y serás cada día,
quien oriente nuestra marcha.
Yo busco ahora un camino, Señor.
Tú, que eres Camino,
da luz verde a mi vida
pues a abrir camino Tú me llamas.
viernes, 26 de abril de 2013
TODO
Bienaventurados
seréis cuando os insulten y persigan
y cuando os calumnien de mil modos por causa mía. Alegraos y regocijaos, porque grande será en los cielos vuestra recompensa. (Mt 5,11- 12)
No
penséis que he venido a poner paz en la tierra,
no vine a traer paz sino espada. (Mt 10,34)
Si
el mundo os aborrece,
sabed que antes me aborreció a Mí. Si fueseis del mundo el mundo os amaría como cosa suya; pero porque no sois del mundo, sino que Yo os escogí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de mis palabras: «No es el siervo mayor que su señor. Si me persiguieron a Mí, también a vosotros os perseguirán». (Jn 15,18-20)
++++
He
oído predicar el Evangelio a un sacerdote que vivía el Evangelio.
Los
pequeños, los pobres, quedaron entusiasmados,
los
grandes, los ricos, salieron escandalizados,
y
yo pensé que bastaría predicar sólo un poco el Evangelio
para
que los que frecuentan las iglesias se alejaran de ellas
y
para que los que no las conocen las llenaran.
Yo
pensé que era una mala señal para un cristiano el ser apreciado por la «gente
bien».
Haría
falta —creo yo— que nos señalaran con el dedo tratándonos de locos o
revolucionarios.
Haría
falta —creo yo— que nos armasen líos, que firmasen denuncias contra nosotros,
que
intentaran
quitarnos de en medio.
Esta
tarde, Señor, tengo miedo,
tengo
miedo porque sé que tu Evangelio es terrible:
es
fácil oírlo predicar,
es
todavía relativamente fácil no escandalizarse de él,
pero
vivirlo... vivirlo es bien difícil.
Tengo
miedo de estarme equivocando, Señor.
Tengo
miedo de estar satisfecho con mi vidita decorosa,
tengo
miedo de las buenas costumbres que yo tomo por virtudes,
tengo
miedo de mis pequeños esfuerzos que me dan la impresión de avanzar,
tengo miedo de
mis actividades que me hacen creer que me entrego,
tengo
miedo de mis sabias organizaciones que yo tomo por éxitos,
tengo
miedo de mi influencia: me imagino que transforma las vidas,
tengo
miedo de lo que doy, pues me esconde lo que no doy,
tengo
miedo porque hay gente que es más pobre que yo,
los
hay peor instruidos que yo
peor
desarrollados
peor
albergados
peor
abrigados
peor
pagados
peor
alimentados menos acariciados menos amados.
Yo
tengo miedo, Señor, pues no hago bastante por ellos,
no
hago todo por ellos.
Sería
necesario que yo lo diera todo
sería
necesario que yo lo diese todo hasta que no quedara ni un solo sufrimiento,
ni
una sola miseria, ni un solo pecado en el mundo.
Haría
falta, Señor, que yo lo diera todo, todo y siempre.
Haría
falta que yo diera mi vida.
Pero
no, esto no puede ser verdad del todo,
no
puede ser verdad para todos.
Estoy exagerando, hay que ser razonables.
++++
Hijo
mío, no hay más que un solo mandamientopara
todos:
«Amarás con todo el corazón
con
toda el alma
con
todas sus fuerzas.»
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